Desayuno en tus manos
bebí anoche hasta caer muerto
y tengo la sensación de la nausea
como premonición maldita:
veo que las capitales del mundo
sucumben entre tus puños
en tus golpes veo mi nombre
en tu secreto la invocación perdida de lo eterno
¿Quién puede confirmar tu vuelta?
Eras una buena mujer
creciste entre ancianos lampiños, compasivos
te lavaron el cuerpo con sus lagrimas
te alimentaron con sus crónicas
amargas del desamparo
y creciste siendo bella
obedeciendo bien
Eres una buena mujer
me ha dolido que seas perfecta
me ha dolido que me aterre que no vuelvas
Soy joven a diferencia tuya
ya sabes
eso me hace concebir la ausencia
como capitulo transitorio entre el entendimiento
y la sinrazón
Y pienso en el suicidio por su puesto
y pienso en excluir a dios de nuestra habitación
por su puesto también después
Perdón que te escriba de este modo
Soy cobarde, pero supe de ti
por eso escribo esta carta
perdón que sea así
perdón también si demoro mas
de quince años
No se
algo paso
no podía hablar
estaba extinto
como antílope disecado
en medio de un museo de torturas modernas
Mi testimonio
es objeto de controversias pues
confirma que el hombre no es recluso
de la supuesta esperanza
que el hombre (Y esta comprobado)
no es para vivir en sociedad
el hombre como criatura,
quiero decir
como animal
atiende un cuadro de riesgos que
supone su peligrosidad
El instinto del hombre
es el de la supremacía
no el de la igualdad
es el de la condena
no el de la piedad
Y cuando digo eso
sabes a que me refiero
Si; claro que me refiero a mis hijos
Ellos fueron testigos fieles
del desamparo como función
teatral o exposición promiscua del pavor
Mi hijos como bien sabes
se fueron a vivir debajo de una estufa
esperando que les cayera de algún sartén
el almuerzo
y eso fue por años
y eso fue hasta que cumplieron veintiocho
o treinta y dos
No triunfaron como yo
quiero decir
como yo que tampoco triunfe y me consuela saber
que ellos tampoco supieron como hacer
El caso es el mismo:
no triunfaron
no fueron gente importante
nadie les reconoció jamás
nadie los miro pensando
en que podían cambiar el mundo
o por lo menos obtener un empleo de sirviente
o panadero
Nadie se percato mas que de su mal olor
y sus ojos inyectados de terror
A veces los veía salir a la calle
desnudos, sin prisa
hasta volver mas viejos cuando la tarde caía
Sabían que su padre podía cambiarlos
por una botella de alcohol
o un par de piernas revestidas
con falda escolar a cuadros
(Malditas faldas escolares
las haría pedazos todas con mis dientes)
Sabían que su padre era un improvisado
para el negocio perdido de la dignidad
por eso me olvidaron entre los perros
cantando la canción que aprenden los
dientes del frío, el hambre y la sed
buena tercia para padecer de fe
buena tercia para huir a un lugar donde
no estorbe la piel
estar vivo
nacer
No quisiera hablar mas de eso
no quisiera hablar ya
perdon, no quisiera
jueves, 4 de junio de 2009
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